La Bodega del General
Universidad
Fundación
Dirección
Calle Catania, 5
50006 Zaragoza
Horario
Martes cerrado
Redes sociales
Con la mirada fijada en el borboteo del agua que cuece las madejas, Pedro se excusa por el «engaño» que supone el nombre de su negocio. Dice que hay nuevos clientes que llegan imaginando un lugar de cierto lujo y que se quedan de piedra al encontrarse con la realidad. Bendita realidad; embutidos y jamones cubren la pared principal, acompañados por pósters de señoritas ligeras de ropa, de los que se suelen encontrar en viejos talleres mecánicos manchados de grasa de motor, y que aquí se impregnan de los sebos de longanizas, chorizos y morcillas.
Originarios del Campo de Belchite, los hermanos Pradas montaron hace 38 años el bar en un local que formaba parte de La Lobera de Martín. El nombre lo pusieron, como ellos dicen, por circunstancias de la vida. Un tío suyo, al que llamaban El General, les sirvió de reclamo perfecto. Las gentes de su pueblo que venían a Zaragoza decían «vamos donde los del General», y así, un nombre con tanta categoría ha despistado a unos y a otros a lo largo de los años. «¡Si éstos no son ni cabos!», ironizan los hermanos sobre lo que la gente puede pensar.
No hay nada parecido. La austera entrada, con una persiana y una puerta que no deja ver el interior, puede pasar totalmente desapercibida si no se conoce el lugar. La sensación, aún con la tremenda solera que tiene la bodega, no es la de estar en plena ciudad. La Bodega del General tiene alma de bar antiguo de pueblo pequeño, de esos que ya no se pueden encontrar.
No sólo el ambiente transporta a lo rural, la comida es sencilla y casera. Predomina el uso de la plancha; madejas, panceta, espárragos trigueros, navajas, berberechos, pulpitos... y el plato estrella, llamado «morloncho», mix ideal compuesto de morcilla, longaniza y chorizo. Platos de embutidos caseros, jamón y curados, puerros en vinagre, bocadillos, una excelente ensalada que junto a las típicas hortalizas lleva puntas de espárragos y bonito de muy buena calidad. Además, hay algo por lo que este lugar merece asiduidad: la patata. Grande, perfectamente asada, con la piel crujiente y con un aliño de aceite, perejil, vinagre y sal que es imposible de superar.
Atención: «Patatas asadas. Solo por la tarde (sábados no hay)», reza el cartel.
Aquí uno viene a alimentarse, sin adornos. No es un lugar confortable, ni quizás lo suficientemente acogedor, pero te da algo que en ningún otro bar se encuentra ya, La Bodega del General es un reencuentro con lo primario.