Antigua Casa Paricio
La Magdalena
Fundación
Dirección
Calle Coso, 188
50002 Zaragoza
Horario
D: de 12 a 15 h
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Lo que empezó como un local de venta de vinos a granel en los años veinte, incluyendo al poco tiempo una pequeña barra y funcionando como botillería, es hoy una de las tascas y bodegas más auténticas de la ciudad.
La familia Cabrera despacha litros de excelente vermú casero con sifón, siempre con sifón, al igual que sigue manteniendo la venta de vino a granel, en un espacio que combina bar y bodega en una perfecta armonía costumbrista. Resulta emotivo, ya que es casi imposible encontrar otro lugar así, coincidir con clientes que con botella de plástico en mano, esperan pacientemente su turno en la barra de la bodega, a los que uno observa con cierta nostalgia.
El local atesora el sabor de su pasado, y es que estamos ante uno de los locales mejor conservados, los barriles, la barra, las mesas de mármol, los carteles que cuelgan de sus paredes... Y desde la entrada, vigilante y testigo del paso de los años, se mantiene su excepcional Frigidaire eléctrico de madera y espejos de 1934, del que se comenta que fue el primero de su clase en la capital.
Como no podía ser de otra manera, el producto es acorde al lugar. Aquí todo es de una calidad celestial. Lo más demandado son sus anchoas, que por supuesto desescaman, lavan y preparan en la misma casa con métodos tradicionales, además de berberechos, banderillas variadas de huevo de codorniz, pulpo, boquerón o langostinos, tacos de atún, chipirones, navajas... y la otra gran especialidad de la casa, que ¡ojo! solo preparan los fines de semana, son las bolas de bacalao, siempre recién hechas y crujientes.
Estamos ante un imprescindible del vermú zaragozano, donde se va a disfrutar del producto. Los fines de semana su barra se llena de un público más variado del que podemos encontrar entre semana, lo que complica hacerse con un hueco, pero gracias a la destreza y atención de los camareros, no tardaremos en ser atendidos. El Guardabares prefiere ir entre semana, y es que en los lugares que llevan abiertos desde tiempos inmemoriales, uno aprecia más los detalles desde la quietud y el sosiego de la barra.