El Guardabares es un archivo de bares auténticos de Zaragoza, entendidos como un estilo de vida junto a la barra, donde las charlas van y vienen, y los vasos de vermú se vacían.
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De vermú con: Sebas Puente

POETA Y MÚSICO

Aprovechamos un breve descanso de la gira de Tachenko para encontrarnos con Sebas Puente, cantante y guitarrista de este grupo de referencia aragonés, del que esperamos también la publicación de su nuevo poemario «Escalinata». Nos resguardamos -cómo no- en el Vinagre&Rock, que fundó el desaparecido Alberto Genzor en la calle Cortesías, corazón de la zona de vermú del barrio de la Madalena. Allí, entre vinagrillos y salmueras, hablamos de música, de giras, de fútbol, de Galicia, y claro, de bares.

 

Vermú, ¿con sifón o sin sifón?
Según cómo tenga el día… Pero, si pudiese hacer recuento, creo que ganaría el «sin sifón».

Tortilla, ¿con o sin cebolla?
Con la edad me voy decantando por la tortilla con cebolla. Pero, lo mismo: estamos cerca del empate.

¿Tapa preferida?
Los torreznos que pone mi amigo Juanito en Las Armas. Algo ligerito.

Con Tachenko has debido recorrer buena parte de las salas españolas, ¿te falta algún bar especial en el que tocar o alguno en el que te hubiera gustado dar un concierto?
Siempre quedan salas por visitar… Pero me quedo con los sitios pequeños que hemos conocido, los equivalentes a La Lata de Bombillas de aquí, pero en otras ciudades. Son los locales que tienen más encanto. Es una gozada tocar en salas grandes, claro, y ojalá sea por muchos años; pero los mejores recuerdos provienen de este tipo de sitios pequeños, como el Torgal (Ourense), o el Veintiuno (Huesca). 

Te vamos a poner en un aprieto: ¿dónde preferirías tocar: en el Camp Nou o en La Romareda?
Aprieto, ninguno: en La Romareda.

 

«(El Tándem) Era un bar muy familiar, nos sentíamos muy a gusto allí, y celebramos varias hazañas del Zaragoza, un mundial y dos eurocopas. Recuerdo congas varias. Y una campana muy peligrosa que había: quien la tocaba, invitaba a una ronda a todo el bar»

 

Cuando estáis de gira, ¿tenéis algún bar fichado como parada obligatoria? Se dice que tenéis una buena ruta de fijos por Galicia…
Si hablamos de gastronomía, El Churrasco de Oro, en A Gudiña (Ourense); o La Font de la Figuera, en el municipio del mismo nombre en Valencia. En cuanto a los bares gallegos, eso ya es una relación de hermandad en toda regla, especialmente con el Torgal de Ourense, La Casa de Arriba de Vigo, o A Reixa en Santiago de Compostela. Últimamente, en Coruña y Ferrol también hemos hecho buenas «rutas»… Y con David Pedrouzo, dueño del citado Torgal, vamos todos los veranos a tapear a la taberna Zas, en Pontedeume. 

Siguiendo con Tachenko, en «Ojo de halcón» hacéis un pequeño homenaje al Bar Tándem. Cuéntanos cuánta importancia tenía para vosotros el Tándem… 
El Tándem (calle María Moliner) era el bar que regentaba Juanito, de quien he hablado antes. Ahora lo lleva Tamara, que ya trabajaba con Juan en la última época del bar, y que ha rescatado el espíritu que había cuando Sergio (Vinadé) y yo empezamos a bajar allí para ver el fútbol. Poco a poco fuimos conociendo a Juan, a su familia y a todos los parroquianos, de todas las edades. Era un bar muy familiar, nos sentíamos muy a gusto allí, y celebramos varias hazañas del Zaragoza, un mundial y dos eurocopas. Recuerdo congas varias. Y una campana muy peligrosa que había: quien la tocaba, invitaba a una ronda a todo el bar. Alguna vez se me iba la mano con la campanita y Sergio, más sensato que yo de toda la vida, me tenía que agarrar… 

¿Y sobre qué bar escribirías un poema?
Sobre El Fantasma de los Ojos Azules: ahí hay mucho material… Fue una época de aprendizaje, más que de trabajo. Pero tampoco soy muy nostálgico: sobre todo porque mantengo las amistades que hice allí, igual que las que hice en el Tándem.

 

«Tengo muchos amigos que han tenido o tienen bares, y prefiero verlo desde la barrera»

 

Estás cerca de publicar tu tercer libro, «Escalinata», ¿puedes darnos alguna exclusiva? Si no, nos conformamos con que nos recomiendes un poeta, un disco y un bar.
Un poeta: Charles Simic (por no citar a Leonard Cohen otra vez). Discos: la banda sonora de «Érase una vez en América» de Ennio Morricone (sobre todo «Deborah’s theme»); y «Perpetual Motion People», de Ezra Furman… Y, para quien no los conozca -que no creo que haya mucha gente-, La Lata de Bombillas y el Bar Bacharach en Zaragoza. Siempre es un placer tomar algo con Javier Benito y David Loras en La Lata; o con Enrique Moreno en el Bacharach.

Una vez dijiste que de pequeño te hubiera gustado tener un bar. Si lo tuvieras ahora, ¿cómo sería?
Más que tener un bar, lo que pasa es que desde pequeño he sido más bien nocturno, y siempre me ha gustado estar por ahí (aunque tengo también mi lado recogido, son dos facetas muy marcadas). Y, en Gurrea de Gállego, el pueblo de mis padres, una parte de mi familia paterna tenía un bar, donde me gustaba pasar los ratos desde crío, con mis tíos, mis primos mayores… Pero soy consciente del trabajo que conlleva y lo complicado que es sacar adelante un bar, tengo muchos amigos que han tenido o tienen bares, y prefiero verlo desde la barrera. Si lo tuviese, sería una mezcla de todos los sitios que me gustan y he nombrado. Todos ellos tienen una esquina muy marcada, a la que vas directamente para ver quién hay, como cuando sales sin haber hablado antes con nadie.

 

«Otro bar mítico que cerró hace tiempo es el Sopa de Letras, de Mariángeles Cuartero: ese fue, también, inolvidable. Y uno que no llegué a conocer, y me hubiese gustado, fue el Malevaje, de Vicente y Asun»

 

Se dice que uno de los mejores garitos de la ciudad es «el barco». Cuenta, cuenta… 
Je, je, je… El Barco no es otra cosa que nuestra casa, capitaneada por la gran Beatriz Salas. Y su salón, el lugar donde terminamos, a veces, cuando cierran los bares y la noche está revuelta. Por cierto: el hermano de uno de los responsables de este blog fue uno de sus ilustres tripulantes durante una gran velada. Pero eso lo tendrá que contar él. En él hemos celebrado también sorteos de Lotería de Navidad con más de un ganador, aunque parezca mentira. Luis, del Veintiuno, puede dar fe de ello.

Seguro que echas de menos algún bar como el Candy Warhol o El Fantasma de los ojos azules... 
Por suerte, el Candy sigo visitándolo a menudo para tomar algo con los dos Franchos; y conservo la amistad con Fernando Frisa, anterior dueño. También con Julio, que llevaba el Mar de Dios: creo que es el bar que más fiestas de cierre ha hecho, estuvieron unas cuantas semanas de despedida, con todo lo que  eso conlleva. El Fantasma -aunque, como he dicho, no soy nostálgico-, lo tengo muy presente siempre. Otro bar mítico que cerró hace tiempo es el Sopa de Letras, de Mariángeles Cuartero: ese fue, también, inolvidable. Y uno que no llegué a conocer, y me hubiese gustado, fue el Malevaje, de Vicente y Asun. Por otra parte, a veces me dejo caer por el Puerto de las Ánimas para saludar a Carlos.

¿Porqué has elegido el Vinagre&Rock? 
Porque lo fundó Alberto Genzor estando ya enfermo, y me pareció una auténtica lección de vida. Recuerdo la noche en que me dijo el nombre que había decidido para el bar. Le dije un millón de veces que me parecía un nombre horrible, y que ni se le ocurriese llamarlo así. Él, con mucho criterio, no me hizo ni puto caso. Y tenía razón. ¡Ahora me parece un nombre magnífico!

Sebas Puente Letamendi es letrista, guitarrista y cantante del grupo de pop Tachenko, que encabeza junto a otra leyenda de la escena musical maña: Sergio Vinadé, fundador de los imprescindibles El Niño Gusano. Además de su faceta musical, Sebas se ha hecho un hueco en el mundo de la poesía gracias a sus dos primeras obras: «Nos están dando pistas» (Chorrito de Plata, 2008) y «Plus de peligrosidad» (Eclipsados, 2014), al que pronto sucederá «Escalinata”. Mientras tanto, se encuentra en plena promoción de su último disco con Tachenko «El comportamiento privado» (Limbo Starr). 

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