De vermú con: Pedro Arilla
Tipógrafo y diseñador
Nacido en las Cinco Villas, Pedro Arilla ha convertido su amor por la forma de las letras en su profesión. Diseñador y tipógrafo, su más destacada aportación a las redes, a cambio de la voluntad de los internautas, fue Valentina, un alfabeto dedicado a su abuela, que lo ha situado en un punto destacado dentro del mapa internacional de la tipografía. Su experiencia le ha llevado a impartir cursos y conferencias por buena parte del territorio nacional y extranjero. En una calurosa tarde de junio, entre quintos y pinchos de tortilla, hablamos con él en el Bar Gallo de la Madalena.
Vermú, ¿con sifón o sin sifón?
Con sifón, por supuesto. De otra manera no tiene sentido.
¿Tapa preferida?
Unos días me apetece una cosa, otros días otra… Pero hay algo que siempre que veo encima de una barra tengo que pedir: torreznos. Un buen torrezno es uno de los mayores placeres a los que una persona puede acogerse.
Sabemos que tienes predilección por la tortilla de patata, ¿con o sin cebolla?
Soy un sincebollista convencido y confeso. La pureza de la tortilla de patata es algo que debemos defender con uñas y dientes todos aquellos que profesamos la fe verdadera. Y si está poco cuajada mejor.
Entre diseñar, dar conferencias o cursos, o crear tipografías, ¿te queda tiempo para salir a echar unas cañas?
Muchísimo menos de lo que quisiera, pero el contrapunto es que algunas de esas pocas veces que puedo hacerlo es en las ciudades a las que me invitan a hablar de letras, y la verdad es que por esta vieja España hay un buen puñado de bares bien repartidos que merecerían la visita de El Guardabares.
Presumes de ser de pueblo aunque llevas ya bastante tiempo instalado en Zaragoza, ¿echas de menos algún bar de Ejea de los Caballeros?
No es que presuma de ser de pueblo. ¡Es que lo soy, copón! (risas). Desde los dieciocho vivo en Zaragoza y claro que echo de menos los bares de Ejea. Allí los he recorrido todos, pero si hay uno único en su especie, ese es El Benito. Es un bar en el que se hay una extraña mezcla de clases sociales, una decoración setentera en torno a la tauromaquia y unos dueños que son un espectáculo en todos los sentidos. Es donde mejor se come de todo el pueblo.
¿Qué te causa más placer, la tipografía o el vermú?
Lo que más placer me produce es el vermú que sé que me he «ganado» trabajando durante toda la mañana en un infierno tipográfico.
Dinos un nombre para un bar, y en qué tipografía la escribirías.
Frituras y ligaduras pintado a mano: «Frituras» en una inglesa con rollete castizo y el «ligaduras» en una script que haga honor al concepto.
«El bocadillo de patatas bravas del Calamar Bravo es apoteósico. Homérico incluso.»
Como fan que eres de las hamburguesas, ¿prefieres las de los nuevos locales o las de toda la vida? ¿nos recomiendas algún sitio?
¿Respuesta corta o la larga? (risas). Cuando voy a cenar a cualquier sitio y hay hamburguesa, pido hamburguesa, incluso cuando previsiblemente parece una mala decisión. Desde hace muchos años me apenaba el respeto que le tienen a este plato en EE.UU. y que no se lo habíamos tenido aquí hasta hace bien poco, por lo que suelo preferir los nuevos locales. En Zaragoza las he probado casi todas pero mis preferidas son las del Jalos y sobre todo las del Takk Burgerbar. ¿Llevo mucho rato hablando de hamburguesas?
Hablando de bares… recomiéndanos tu favorito, o alguno que merezca la pena guardar.
¡Buf!, hay muchos y no voy yo a descubrirle al Guardabares nada que no sepa. Dumbo, Papa Arrugá y Montesol por Universidad; Circo, Entalto, Meli Meló y Coso 95 por el centro; la calle Heroismo entera, y en el Actur voy mucho a La Salchicha, que, aunque no es nada del otro mundo, hace bien lo que hace y, en el Arrabal, a La Cebada, que no tiene solera, pero tiene la mejor cerveza de la ciudad y una muy buena cocinera. Mi recomendación final es el bocadillo de patatas bravas del Calamar Bravo. Apoteósico. Homérico incluso.
La tipografía te ha llevado por medio mundo, ¿hay algún bar de fuera de España que te haya marcado o que te haya dejado huella?
Muchísimos. En cada lugar tengo una historia diferente y dos o tres referencias de lugares «reseñables»; y es que en cada país el término «castizo» plantea escenarios muy diferentes y por eso siempre voy buscando lugares auténticos de verdad que me permitan deglutir física y espiritualmente la historia de cada ciudad. Algunos de los que más he disfrutado, he de reconocer, han sido bares perdidos de carreteras perdidas del perdido estado de Arizona, donde siempre hay una señora dispuesta a rellenarte la taza de café.
«El oficio de rotulista ha desaparecido casi por completo. Por eso cuando veo un rótulo pintado a mano, entro sin pensarlo al local.»
¿En qué bar te atreverías a diseñar una tipografía?
En Zaragoza, sin duda en el Ragtime, por el buen jazz que siempre está sonando. Si me amplias presupuesto y puedo elegir más allá del Ebro te diría que en cualquier tasca de América Latina. Pero de esas donde se para el tiempo, de las que están frente al mar pero de un mar que no conoce a los turistas; o de esas que están en plazas empedradas de pueblos polvorientos.
Antiguamente, los rótulos de los bares, solían pintarse a mano, especialmente en tascas y bodegas, ¿es algo que va a volver?
El oficio de rotulista ha desaparecido casi por completo. Por eso cuando veo un rótulo pintado a mano —no pudiendo haber mejor definición de belleza— entro sin pensarlo al local. Me da igual qué tipo de negocio sea. Si tiene tantos años como para conservar un rótulo así, es que es un lugar recomendable que ha aguantado carros y carretas y que además lo ha hecho respetando el oficio, la artesanía y la historia. Quedan pocos lugares así en nuestra ciudad, pero quedan. ¿Que si va a volver? No lo creo. Aunque me sonríe el corazón cada vez que me encuentro con una pizarra de bar o un puesto en el mercado con todos los cartelicos bien rotulados.
¿Por qué has elegido que nos veamos en el Bar Gallo?
Por el rótulo, su historia, su emplazamiento y lo espectacularmente espectacular de su barra. En este bar siempre hay buena gente y es un buen punto de partida para comenzar una ruta por el barrio, un barrio que está lleno de bares que guardar.